A veces una presencia cosas que, por buenas o por malas, merece la pena darlas conocer.
La semana pasada asistí a un desfile de lencería en La Casa de Guadalajara con una buena amiga. He de reconocer que ni ella ni yo esperábamos gran cosa pero las dos sabemos que la vida te da sorpresas por lo que es mejor no juzgar sin conocer y además, era una buena excusa para vernos las dos solitas, sin novios y cotillear a nuestras anchas.
La casa de Guadalajara se fundó en 1933 y su última remodelación estaría dispuesta a asegurar que fue también en 1933. Es un lugar anticuado pero con encanto, muy en la línea de estos centros, al que si le cambiaran el color marrón albóndiga de las puertas y marcos por uno blanco le harían un gran favor. El bar decorado con muchos azulejos típicos del 1933, aunque recordaba más a una taberna andaluza que a un bar típico de Guadalajara. El desfile tuvo lugar en el salón de actos. Éste estaba decorado con cortinas en las ventanas de terciopelo rojo tipo telón de escenario de teatro y paredes con más azulejos recreando escenas típicas de la Alcarria.
Creo que con esa descripción os podéis imaginar bien el marco en el que el desfile iba a tener lugar. Local que no tiene nada que envidiar a los centros comerciales y si no, que se lo pregunten a Rociíto.
Antes de que comenzara el desfile nos ofrecieron una copa de tinto bastante decente que, junto a nuestros estómagos vacíos nos alegró rápidamente el momento.
Si habéis presenciado algún desfile, sabréis que lo mejor es estar en primera fila y de frente, ya que es el lugar donde las modelos se paran y se pueden observar bien los tejidos, así que eso hicimos nosotras. Mientras cotilleábamos de nuestras cosas, ojeábamos el catálogo (las mujeres somos siempre multitask ya se sabe), algún conjunto nos pareció mono y las modelos impresionantes aunque con un pecho excesivamente grande a nuestro parecer.
Frente a nosotras había un chico y una chica jovencitos, 18 recién cumplidos diría yo, imagino que eran amigos de una de las chicas que desfilaban por la cámara que llevaba ella e imagino también, que el chico estaría flipando ya que iba a ver a más chicas en ropa interior en media hora de lo que había visto en toda su vida.
Bueno, llegó el momento del desfile. Salió una chica que hizo una breve presentación y empezó a sonar la canción "Runaway" de "The Communards". Hacía siglos que no la escuchaba y después de oírla en bucle durante unos 30 minutos creo que puedo pasar otros siglos más sin escucharla de nuevo y por fin empezaron a salir las modelos.
Antes de continuar tengo que soltar un "¡OLE tus huevos!" a cada una de las 6 chicas que desfilaron. Hay que tener muchos para salir a desfilar en ropa interior para una marca que no es, ni de lejos, Victoria's Secret.
Dada nuestra posición privilegiada en primera fila y al frente, pude comprobar que, lo que parecía mono en el catálogo, en realidad era un horror al natural. Decidí conceder una segunda oportunidad, una tercera y ya no más, madre mía, encajes de hace 50 años, de esos que, aún llevando el vestido más amplio de la última colección de Ágata Ruiz de la Prada se marcan.
Al ver que el resto de la colección ya no nos iba a interesar nada y con la ayuda del vinito, mi amiga y yo empezamos a centrarnos más en las modelos.
La primera modelo, pobre, había escogido de entre todos sus zapatos de tacón, unos negros tipo salón pero con un plataformón de unos 10 centímetros y taconazo de unos 15, primer obstáculo, bajar los escalones del escenario. Mi amiga y yo nos mirábamos pensando... se nos mata, esta mujer se nos mata, pero no, consiguió salir airosa claro que con esos zapatos casi no podía andar y parecía más un pato mareado que otra cosa, chica, puede que Paris Hilton se ponga unos zapatos de ese tipo pero andar con ellos es imposible, espero que después de este día decidieras jubilarlos.
Había una chica oriental, quizá la que mejor cuerpo tenía si no fuera por unas enormes tetas siliconadas, de esas que se han quedado duras y que desproporcionaban su cuerpo sobremanera.
Había otra que debía creerse súper profesional, iba tan rápido que nadie pudo fijarse en los modelos que lucía excepto mi amiga y yo claro, ya que la fotógrafo oficial del evento, estaba a nuestro lado y ella procuró pararse bien para que ésta le hiciera las fotos perfectamente.
A todo esto, nuestro vecino de enfrente no paraba de mover la pierna derecha como un loco, normal, tanta testosterona tenía que pasar factura, si lo llega a saber mejor se queda en casa ojeando la Interviú.
Lo peor, la mayoría de las chicas tenían unos tatuajes en la tripa y pircings que hacían aún más vulgares a los conjuntos lenceros.
Lo mejor, que las chicas que mejor desfilaban eran las que peor cuerpo tenían. Por peor cuerpo quiero decir que estas chicas estaban gorditas y con las carnes bien blanditas. Ninguna de las 6 había pisado un gimnasio en su vida, si vale yo tampoco, ¡pero no me dedico a desfilar por ahí en paños menores!. A lo mejor era una táctica de venta de la marca tipo "la mujer real es la que nos viste" o algo así.
Al final del desfile se sorteaba uno de los conjuntos lucidos por una de las modelos. Esto es lo típico que cuando te lo dicen nada más llegar, piensas, "mira que bien, ¿anda que si nos toca a nosotras?", pero que después de ver el género dices "¡y si me toca, ¿qué hago yo con eso?!".
Dada nuestra buena fortuna en amores no nos tocó el conjunto.
De allí nos fuimos a cenar con su chico, a un bar cerca del Retiro donde pude ver el anuncio de GARLAND, la empresa que me da de comer en el partido Atlético de Madrid-Real Madrid y de allí a casita. Demasiadas emociones juntas.
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